De la grieta al abismo. Milei, el odio y el goce (fragmento)

por Luis Langelotti

Cuadro: EL GRITO
técnica mixta - Jeuroz´24

Así pues, es evidente que la ciudad es por naturaleza y es anterior al individuo; porque si cada uno por separado no se basta a sí mismo, se encontrará de manera semejante a las demás partes en relación con el todo. Y el que no puede vivir en comunidad, o no necesita nada por su propia suficiencia, no es miembro de la ciudad, sino una bestia o un dios. Aristóteles, Política, Libro 1

Los animales de afuera miraron del cerdo al hombre, y del hombre al cerdo, y nuevamente del cerdo al hombre; pero ya era imposible discernir quién era quién.
George Orwell, La rebelión en la granja

Aquel a quienes los dioses quieren destruir, primero lo vuelven loco. Proverbio griego antiguo


Argentina hoy es un laboratorio donde se experimenta con su población (y no me refiero al reciente escaneo de iris vinculado a la aplicación World App de Sam Altman). Ha llegado al poder el individuo autoritario (el Yo fuerte), corriente (anti)política que boga por un Mercado Absoluto, con la mínima incidencia regulatoria por parte del Estado… entre otras cosas. Porque a cuestionar lo estatal no es, evidentemente, a lo único que ha venido el Gobierno de Javier Milei. Se trata de una fuerza que, detrás del disfraz de la híper-modernización y la supremacía moral, ha venido a producir un gran retroceso no solamente económico y político en materia de derechos sino además ético.

Empecemos por el análisis de un concepto clave que aparece en el discurso de quien ha llegado a la cima del Poder Ejecutivo luego de que, durante estos últimos años, las redes sociales y los medios de comunicación (junto a otros ocultos mecenas que quizá nunca lleguemos a conocer) construyeran y fomentaran a este personaje temerario, pelífero y vociferante, al que evidentemente lograron posicionar muy bien en la opinión pública.

El significante en cuestión es “casta”. Muchos de quienes estén leyendo este artículo lo reconocerán fácilmente como un lugar común en su retórica. Pues bien, yendo a la RAE, encontramos varias acepciones del término. La supuestamente utilizada por el Presidente actual sería aquella acepción que alude a un “grupo que forma una clase especial y [que] tiende a permanecer separado de los demás por su raza, religión, etc.” Ahí entrarían, entonces, aquellos “políticos y políticas (corruptos y corruptas)” que se habrían beneficiado a expensas del pueblo argentino durante los últimos tiempos. Si se trata de una “casta”, entonces, eso quiere decir: todos, sin excepción. Bueno, en todo caso, la excepción sería él. Después habría que ver si la excepción confirma la regla o la destruye. Como fuera, Milei sería el único político no-corrupto, no ladrón, no-casta porque por mucho outsider que se haya presentado en su momento, desde que asumió como diputado –y más ahora siendo Presidente– pasó a ser un político más. ¿Por qué él sería tan especial?

Vayamos un momento a la lógica. Si “todos los hombres son mortales” (Universal) y si “Sócrates es un hombre”, ergo, “Sócrates es mortal”, o bien, Sócrates es alguno de esos hombres que no son mortales, siendo este última una particular negativa que entra en franca contradicción con el Universal (y con la realidad, desde luego). Al afirmar que “Sócrates no es mortal siendo hombre”, entramos en el terreno de lo ilógico. Lo mismo sucede al sostener que Milei no formaría parte de la casta política que tanto critica. Si todos los políticos son chorros y él es un político, entonces… o no-todos los políticos son iguales o él es igual al resto.

Sin embargo, existe otra forma de abordar el problema y esta supuesta contradicción, que nos podría llevar precipitadamente a creer que el discurso de este sujeto es totalmente irracional. Claramente, es por la vía del equívoco por donde podremos adentrarnos en lo no-dicho en lo dicho.

Volvamos un momento sobre el concepto de “casta” y veamos qué sucede si nos remitimos a la definición zoológica del término. Encontramos lo siguiente: “En una sociedad animal, conjunto de individuos caracterizados por una misma estructura o función, como las abejas obreras en una colmena.” Este ejemplo de la RAE resulta muy valioso para pensar en el hecho de que, entendiendo a la sociedad humana como una colmena de abejas, la clase obrera –el conjunto de los trabajadores y de las trabajadoras– también en cierto sentido sería una “casta”, aunque suene paradójico. El asunto es que, leído de este modo, creo que llegamos a una cierta verdad (encubierta) detrás del discurso supuestamente irracional de Milei: no mintió al decir que vino contra la “casta”. En contra de la “casta” de los proletarios, que somos la inmensa mayoría de la población.

Otro lugar común en el discurso del pelífero es esa idea de que “el costo lo va a pagar la política”. Quizá tampoco mintió ni deliró al decir esto, a condición de que definamos qué entendemos por política.

La capacidad de «politicidad» es la facultad de resolver los asuntos comunes de manera deliberante, dialogante, no-violenta. Por eso, cuando las personas vivimos bajo un totalitarismo, por ejemplo, es bastante utópico pensar en resolver las cosas mancomunadamente porque allí no hay una relación de politicidad sino de fuerza, pura y simple. El “idiota” (idion), es decir, aquel sujeto al que hoy llamaríamos “apolítico” o estulto (el que no piensa por sí mismo) en su proliferación es quien habilita siempre el camino hacia las dictaduras o los gobiernos autoritarios. Cuanto más grande se torna el conjunto de “idiotas” en una población más se atomiza el tejido social, crece el individualismo y se produce la delegación de decisiones importantes en un conjunto acotado particular que impone sus intereses con el aval de una mayoría adormecida. La figura del iluminado, de quien cree tener la verdad absoluta atenta directamente contra la posibilidad de negociación, de debate, contra la dialéctica de disensos y consensos. En este sentido, destruir la Política –autoritarismo mediante– es el mejor modo de cuestionar toda posibilidad de discusión entre posturas diversas, es impugnar fuertemente toda representatividad popular, acallar las voces disidentes, alternativas, que no comulguen con el pensamiento único que se ha venido a instalar.

Pero el problema no radica solamente en Milei sino en el tipo de subjetividad al que apunta, es decir, en el electorado que le dio el poder. Una subjetividad profundamente mediatizada, capturada hipnóticamente por la eficacia imaginaria de aplicaciones como Instagram o Tik tok. Dichas subjetividades mentalmente empobrecidas no son solamente jóvenes desilusionados o desesperanzados que ven la decadencia mundana y que sufren por la falta de expectativas de progreso social. Creo que en el electorado de Milei también hay muchísimo resentimiento social que involucra a distintas generaciones. Un rencor social producto de muchas frustraciones acumuladas contra las injusticias del sistema (y, acaso, de la vida) pero que, en lugar de expresarse por la vía de una verdadera alternativa al Capitalismo, por el contrario, se manifiesta como un redoblamiento de la alienación. Se pretende pasar del capitalismo al súper-capitalismo creyendo que la salida a esta situación global de mortificación, donde la riqueza se reparte en pocas manos, sería haciendo aún más ricos a los ricos y más pobres a los pobres. Ahí es donde está verdaderamente el Síndrome de Estocolmo del que habló Milei. El explotado se enamora del explotador.

Año 2023