Aquellos días

Desde el interior de los años

que el tiempo arrolló, transcurriendo,

desde el interior del ser

adonde las cosas huyen

y esperan como fieras, agazapadas,

el momento del salto,

que se abra la ventana de brumas

donde la luz y la sombra forcejean,


desde lo incierto, entonces,

desde la realidad parecida al sueño,

o, mejor, desde los días

que tal vez no fueron,

desde aquello que fue y no existió,

aleteando con su voluntad enferma…


Es otoño otra vez, es cierto.

Se escucha por doquier

el rumor de la muerte caer de las ramas,

tocar a la puerta de los hospicios,

olfatear en las salas de urgencia

de los hospitales,

aproximarse a los sueños enfermos,

desdibujarse en la niebla su leve silueta.


Y sin embargo no es eso.

No es que las hojas, no es

que el cielo espolvoree su ceniza,

no es que adentro un violin

suene su sonido gris, su música mortuoria.


¿Es que nadie entiende?

¿Es que estoy solo

enredado en las hebras de un idioma muerto?

¿Es que aquellos días

que fueron y no fueron

van a la deriva entre la bruma y los sueños?


¿Desde dónde, entonces,

como si hubieran sido,

como si fueran efectivamente

recordados, con forma y movimiento,

con su inequívoco color desdibujado?


Tal vez no viví realmente entonces,

tal vez aquellos días me pertenecieron

sólo indirectamente, gastados,

como adentro del traje de un difunto

en el que habité las horas insuficientemente.


Ahora las cosas que fueron

quieren recordarme, llegan a mí,

abren su ocurrida existencia ante mis ojos,

me enseñan sus raídos contornos

que quiero reconocer (o no quiero),

y mi afán desfallece

tactando infructuosamente las siluetas.


Es otoño, es cierto, las hojas

se me pegan a la piel y gritan,

me caen al sueño donde naufragamos,

jalan de mí como si fuera una de ellas.


Y sin embargo no es eso:

a la deriva en el tiempo,

días llenos de fantasmales figuras,

días con sonidos huyendo, huyendo,

días donde dejé de ser, donde mi vida

cruzó ciega o durmió, llena de espanto.

(De:Canciones de otoño.1993)

Cuadro: Úrsula Love
técnica mixta-Jeuroz´24

Ulises Varsovia

POEMAS

Castañas
(Flor fenicia)


Conmovedor el útero hostil

clausurado a ciegas

bajo una ruda melena

de salvajes hebras,

blindado a lentas puntadas

de inefables dedos

en el fluir terrestre.


En su entraña la misma flor,

la misma flor fenicia

sumida en sus avatares,

transcurriendo sus viajes

con su fórmula secreta

repetida a obscuras.


Fúnebre marcha el clima

apretando el aire inmóvil,

acribillando la atmósfera

de frías espinas grises,

apenas perceptible su ardor

de húmedo patriarca generatriz.


Viejo patriarca de recias barbas,

en tu aliento de lúgubres fibras

la matriz conmovedora

su fruto a lentas punzada,

a imperceptibles sorbos

de zumos terrestres vertidos.


Los últimos ruidos del sol

remeciendo cáscaras y ungüentos,

enhebrando en tiernas enzimas

los misteriosos fluidos ciegos,

excitando la rural vagina.


Ahora el milagro del pan

hecho de portentosa harina,

el milagro de la creación

desde rubicundas linfas,

desde dávidas terrestres

en el goce uteral enardecidas.


Conmovedora matriz

abierta como un nido

de hostil ramaje erizado,

desgarrado en tus costuras,

crispada en tu parto triunfal

en un grito vegetal pasmado,

húmedo y verde en tu dolor silvestre,


tres huevos tu misterio oval

de búsquedas y entrecruces,

de subterráneas dendritas

libando con sutiles lenguas

en el tráfico de las substancias.


En mis trémulos dedos

el color reverencial,

la forma bruñida ardiendo

su fuego telúrico inscrito,

radiante de salud silvestre.


Ahora a tu destino fenicio,

ahora al tránsito vegetal

con tu tesoro agrario

a apagarte en la luz cenicienta,

a consumirte en el aire y el tiempo,

a regresar al útero terrestre,

a morir y a continuar viviendo.


(De : Libro de otoño. 1996. Inédito)

Desde la noche

De la noche hasta mi corazón

llegan náufragos difuntos,

viajeros que vi partir

desde mis horas vacías

y cuyo rumbo guiaron

sucesos conmovedores.


Regresan mustios y heridos,

llorando de otoño espeso,

escrita en sangre y derrota

la bitácora marchita.


No me llaméis vuestro padre

ni vuestra antigua morada,

aquél que rezó y bendijo

vuestra partida está enfermo,

no pidáis paternidad

para el luto a mi bandera.


Yo sé que de noche existo

como un puerto de naufragios

que el soplo de las tormentas

abastece de despojos,

y sólo desamparados viajes

regresan pidiendo amparo.


Remece mi corazón

el llanto de lo que vuelve,

avergonzados viajeros

piden perdón a mi puerta,

días que vi morir

se levantan desde el tiempo.


Noche de estrellas azules

cayendo contra el mundo,

nada conjura el acoso

de su color homicida,

besa mi boca el verdugo

embajador de su origen.


Acaso la vi partir

y mis viajes la buscaron;

la vi zarpar y mis naves

se hicieron hacia su ruta;

la vi fallecer en mí,

y en mí quise encontrarla.


Acaso tal vez mis náufragos

hallaron su sepultura

navegando en mi interior

que en la noche reencuentro.

Acaso tal vez yo soy

el único que no ha vuelto.

(De:Aguas tumultuosas. 1976)

Como regresando

Como regresando

de nunca haber estado,

de tierras incógnitas

sitas en ninguna parte,

viejo de permanencias,

enjuto de travesías.


Desde ninguna estadía,

de ningún lugar borrado

de los mapas y la memoria,

trémula la mano

sobre el báculo gastado.


Trasponer el umbral,

penetral al salón,

mirar a través del cristal,

sentir retumbar el mar,

el mar con sus deidades.


Y cerrar allí los ojos,

apagarme en un rapto

de olas precipitándose

contra mi corazón.

Pan

Pan de opulento trigo Sepa mi más íntimo sensor

en estrépito solar lo que bruma el entendimiento,

amamantado, lo que inaccesible a la razón,

en rubia radiación astral lo que el idioma del corazón de linfas remotas cantando su dolor secreto.

en desbandada,

en lo torrencial del agua,

en lo eléctrico del humus,

en lo proteico del limo

de ubres arreboladas,


en tus fibras el tropel

de celéricos corceles

a galope por la sangre,

en tu corteza el fuego

telúrico y astral

de llamas desbordadas.


Penetrar en ti a mordiscos

con ansiedad de eremita

largamente en celibato,

hundir en ti el deseo,

y derramar la libido

en tu follaje sexual

de aroma estupefaciente,

pan de astral argamasa.

(Inédito)

Endecha

Sepa mi más íntimo sensor

lo que bruma el entendimiento,

lo que inaccesible a la razón, lo que el idioma del corazón cantando su dolor secreto.

Sepan sólo los prisioneros

de ti harina solar de mi laberíntica prisión,

y rubicundas enzimas, quién el que pleno de misterio,

de ti dones de alquimia con su voz anónima en duelo, terrestre enraizada una endecha de amargo dolor.

(Inédito)